By Hania Ulloa
Hablando de seguridad eléctrica, no podemos dejar pasar la historia desgarradora de dos jóvenes holandeses que fallecieron reparando un molino de viento en la Ciudad de Ooltgensplaat a causas de un cortocircuito eléctrico.
Ambos jóvenes, de 18 y 21 años, fueron sorprendidos por las llamas a 70 metros de altura, tratando de hacer su trabajo de mantenimiento correctivo a causa de un mal estado de las instalaciones eléctricas del molino. El fuego cortó el cable que estaba en el interior del tubo por donde ascendieron y deberían descender, no contaban con algún sistema extra que permitiera el descenso, incluso no contaban con paracaídas que les permitiera saltar en caso de emergencia.
La imagen fue tomada el 29 de octubre de 2013 donde se aprecia que al considerarse sin salida, se dieron un “último abrazo”, titulo con el que se conoce a esta fotografía. Luego, uno de los jóvenes decidió aventarse al vacío y el otro fue encontrado calcinado al interior del molino.
Desde entonces, se implementaron nuevas regulaciones de seguridad en este tipo de molinos, pero esta historia desgarradora pudo haberse evitado si los responsables de los proyectos incluyeran todas las medidas de seguridad.
A 10 años de esta terrible tragedia, temo decir que la cultura de seguridad eléctrica aún está en pañales, sobre todo en México y Latinoamérica.
¿Qué hubiera pasado si se contara con un mantenimiento predictivo a través de sistemas de monitoreo en tiempo real? ¿Por qué dejar que los equipos causen paros imprevistos, accidentes lamentables, electrocuciones, etc., si actualmente existe la tecnología para evitarlo?
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